Mi lengua danzarina
se acomoda,
en tu espalda.
Dormitando
sin escrúpulos,en los pliegues
de tu carne.
Ajena a tu hambre,
de lobo.
Te revuelves fastuoso,
extrañamente dócil.
Aprisionas mis nalgas,
mordisqueas mis orejas,
Me ofreces tus labios,
tu boca,
tus dientes.
Tu mirada se torna feroz,
atractiva, salvaje…
-¡Ay, Caperucita!
¡Haz conmigo, lo que quieras!
Y la fuerza animal,
DEVORA SU PRESA



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