jueves, 16 de junio de 2016

SIEMPRE A LAS DIEZ Y DIEZ








     Hoy me atreví a rozar tus senos, el gesto fue tan impúdico como impulsivo.
Los perfilé con  la codicia reprimida, de puro adolescente. 
Agazapado de miradas ajenas y excitado por la inmediatez del encuentro.
Deslice mis dedos, acariciando tu pecho terso, álgido. Mis manos pulsaban insanas al unísono de mi sexo, mientras mi lengua se rebelaba entre mis labios.
Madrugo, con la lógica inconsciente del primer día de trabajo. En ocasiones, hasta he llegado a las manos con aquellos que han osado quitarme el puesto, en esa ardua y promiscua cola para verte. Soy el  primero cada día en contemplarte, pero tu me devuelves la mirada con los ojos vacíos de criaturas soberbias.
No sé cuando empecé a desearte… apenas duermo, pensando en esas curvas cinceladas y en esa sonrisa intemporal que me dedicas, siempre a las diez y diez.
Mañana te beso, sí, aunque el vigilante del Museo, piense que estoy loco.












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