Hoy
me atreví a rozar tus senos, el gesto fue tan impúdico como impulsivo.
Los perfilé con la codicia
reprimida, de puro adolescente.
Agazapado de miradas ajenas y excitado por la inmediatez del encuentro.
Deslice mis dedos,
acariciando tu pecho terso, álgido. Mis manos pulsaban insanas al unísono de mi sexo, mientras mi lengua se rebelaba entre mis labios.
Madrugo, con la lógica inconsciente del primer día de trabajo. En ocasiones, hasta he llegado a las manos con aquellos que han osado quitarme el puesto, en esa ardua y promiscua cola para verte. Soy el primero cada día en contemplarte, pero
tu me devuelves la mirada con los ojos vacíos de criaturas soberbias.
No sé cuando empecé a desearte… apenas duermo, pensando en esas curvas
cinceladas y en esa sonrisa intemporal que me dedicas, siempre a las diez y
diez.
Mañana te beso, sí, aunque
el vigilante del Museo, piense que estoy loco.


No hay comentarios:
Publicar un comentario