Susurras astuto,
regalándome tus
besos.
Descubres mi cuerpo,
perezoso entre tus
brazos.
Único, sólo tuyo,
en el efímero sueño.
De la nada, del todo.
¡Eres mala, tan mala…!
Porque deseo tu boca,
tu sonrisa,
tu mirada.
Mis manos se perfilan,
entonces en tu carne.
Y retozan insomnes
hasta el alba.
¡Eres muy mala…!
Acabas diciendo.
Siempre,
bajo mi almohada




